El día más horroroso de nuestra historia

 El día 7 de noviembre de 1936 podemos situarlo como el más horroroso de la historia de Paracuellos de Jarama. Hoy hace 85 años que comenzaron las atroces matanzas en el arroyo de san José comenzando así el calvario que parecieron los vecinos de la época. Ese día nos cayo un sambenito que a duras penas nos hemos podido quitar, hasta el punto de tener que renunciar a decir la procedencia para evitar males “menores”.



En la pasada I Feria del Libro de Paracuellos el Dr. Juan de Á. Gijón Granados presento un excepcional libro que lleva por título “Los presos de Madrid en 1936”, que pueden adquirir aquí o en cualquier librería. Es un trabajo de investigación, que hace el numero 3 que sobre el tema de la represión política durante la Guerra Civil y el franquismo, que ha desarrollado en los últimos años el autor.




Juan de Ávila Gijón Granados es un manchego de Manzanares, en Ciudad Real, aunque nació en Madrid en 1971 y tras diferentes lugares de residencia en Madrid ha acabado en Guadalajara. Tiene cuatro hijas, dos suyas y dos de su pareja, y lleva 22 años trabajando en la enseñanza secundaria en la Comunidad de Madrid. Licenciado en Historia en la Universidad de Castilla-La Mancha, Diplomado en Estudios Avanzados por el Departamento de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. 

El profesor Gijón Granados ha desarrollado más de medio centenar de trabajos entre artículos, conferencias o monografías. Profesor Visitante en el Instituto de Historia (CSIC) en 2006. Entre sus temas de investigación ha desarrollado sobre todo aspectos de nuestra historia como las Órdenes Militares, castillos y fortalezas, las dos represiones de la Guerra Civil española y ha confeccionado libros de secundaria para profesores y alumnos de la editorial Oxford. 

Creemos que es una verdadera autoridad en el tema, así que le damos paso para que nos cuente de su puño y letra lo que supuso la Guerra Civil Española en nuestro municipio.

 

La ciudad de Paracuellos de Jarama en la historia de la Guerra Civil española. 

                                                                                             Juan de Á. Gijón Granados. 

            Cuentan por el pueblo que durante la Transición dos vecinas competían en su calle con sus aparatos de alta fidelidad. Una ponía el “Cara al sol” y otra “la Internacional”. Aquellas melodías eran eco de aquella estúpida guerra que enfrentó a los españoles convertida en un enfrentamiento internacional. La población, ubicada en la retaguardia republicana madrileña, se convirtió en protagonista de unos hechos lamentables que llegaron procedentes del Madrid revolucionario de 1936. Nada tuvieron que ver los vecinos en aquellas cerca de 2.500 ejecuciones de presos de las cárceles de Madrid en Paracuellos. El Gobierno Largo Caballero desarrolló aquellas ejecuciones extrajudiciales en diferentes lugares en los alrededores de la capital a través de la responsabilidad de varios ministros y una red clientelar de hombres de confianza. El ministro Peiró decía que en Madrid mandaban muchos. Esta reflexión explica un poco más la extraña organización de aquellas absurdas ejecuciones realizadas por un gobierno de una república parlamentaria. Mientras fusilaban presos en Paracuellos se ejecutaban a otros en las tapias del Cementerio del Este. No se trataba de una organización lineal sino de una trama con distintos operativos procedentes de los ministerios de Agricultura, Justicia, Gobernación, Estado y Guerra. 

            Un elemento importante que completa este fenómeno fue la presencia en retaguardia de muchos madrileños que no querían ir al frente de batalla. En este otro frente, el de los cobardes, se distinguieron personajes que se llenaron de sangre hasta las rodillas. Alfonso García Altares, El Pitis, era un madrileño que conocía a la perfección los alrededores de Paracuellos porque era un cazador furtivo. Para deshacerse de algunos “fascistas” eligió el paraje de los Cuatro Pinos. Aquellos ejecutados fueron juzgados en el Comité de Ventas por la “justicia del pueblo” que no era la de la Constitución de 1931. Aquellos “comités de investigación” formaban parte de los múltiples “comités de barriada” que aparecieron con la implosión del Estado. El Pitis ejercía de chófer de una cuadrilla que se dedicaba a ejecutar a madrileños de derechas a los que acababan robando en sus casas. Era el negocio de la revolución. Como chófer del Instituto de Reforma Agraria traía y llevaba a Villalobos (mano derecha del Ministro de Agricultura) y a Manzanero (hombre de Pedro Checa, destacado dirigente del PCE). Acudía raudo y veloz al volante del vehículo que esta “Brigadilla de Investigación” utilizaba en aquellas acciones represivas poco heroicas. La tarea de “exterminar el fascismo” ocultaba el miedo a ir al frente en muchos casos. Algunos madrileños trataron de sobrevivir a la guerra de esta manera.  

            De dar el paseo a los vecinos de Ventas pasaron a organizar expediciones de presos en autobuses y después en camiones. Madrid parecía que iba a caer en manos rebeldes y la trama para hacer desaparecer a los presos de las prisiones de Ventas, San Antón, Porlier y la Modelo se aceleró con grandes sacas espectaculares. La presión de los asesores soviéticos fue fundamental para que se produjeran estos hechos. La fecha de los ejecutados en Paracuellos coincide con la salida de los ministros de Madrid a Valencia, aunque estas ejecuciones de presos ya habían comenzado a realizarse desde el asalto a la Modelo. Parecía que si ciertos ministros no estaban cerca de los hechos no se podía imputar responsabilidad sobre ellos. Allí nació la tapadera de los “incontrolados”. 

Distintos personajes de todos los partidos del Frente Popular participaron en unas operaciones igual de secretas que la salida del oro del Banco de España. Una rama del PSOE se radicalizó. Lejos de la violencia estaban los líderes socialistas Besteiro o Negrín pero el largocaballerismo fue protagonista de aquellos hechos junto a un ministro anarquista y otro comunista. El ministro de la Gobernación Galarza utilizó las fuerzas de seguridad para ello, con especial importancia de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia. El ministro de Estado Álvarez del Vayo ocultó la trama colaborando en ella. El ministro de Defensa (Tierra) y Presidente del Gobierno dispuso a hombres de confianza para desarrollar estas labores. El ministro de Justicia García Oliver aterrizaba en Madrid con sed de venganza aplicando la gimnasia revolucionaria. El ministro de Agricultura Uribe es nuestro quinto invitado en la trama de corrupción.

Al frente del Instituto de Reforma Agraria estaba Enrique Castro Delgado, fundador del Quinto Regimiento, y además de Faustino Villalobos Adán, mano derecha del ministro Vicente Uribe, por allí andaba un ingeniero de Paracuellos, León García Bernardo. Esta figura era muy importante en la política local puesto que intervenía en el pueblo a través de sus hombres de confianza. Estos colaborarían en las sacas de presos y acabaron intentando huir por Alicante sin suerte. Por contra ni el alcalde ni el resto de los vecinos participaron de forma voluntaria en aquella matanza de presos. El alcalde se fue a Madrid a protestar y volvió escoltado por el policía madrileño José Iglesias. Amenazado de muerte si no colaboraba regresó al pueblo acompañado de un policía que en 1934-1936 estaba en Moscú tratando de evitar a los tribunales de justicia republicanos. Había participado en el golpe de Estado de 1934. Este personaje se alojó en la casa de un vecino de Paracuellos y organizaba los enterramientos de las diferentes sacas mientras se produjeron. Los vecinos sabían que si no colaboraban podían terminar también en las fosas. No les quedaba otra que colaborar con miedo. 

            En aquel ambiente revolucionario los madrileños ejecutaban a los presos y los vecinos de Paracuellos eran obligados a enterrarlos en un paraje vigilados por el policía de Madrid. Hasta entonces el lugar se había utilizado como una playa de vacaciones. Hasta un chiringuito de comidas y bebidas temporal se montaba allí en los años 30. Un madrileño daba servicio en los días señalados de turismo. El paraje era disfrutado por los vecinos y los turistas hasta que llegó de la capital la organización revolucionaria de inspiración estalinista. Los presos debían morir. Los soviéticos aconsejaron a los dirigentes políticos del Gobierno Largo Caballero esta solución. Los asesores insistían y un ministro les decía que todo a su debido tiempo. Una vez que salieron los ministros de Madrid se precipitó la salida de presos en grandes contingentes a Paracuellos. 

            Aunque se trató de disimular publicitándose que personas incontroladas realizaron las grandes sacas a partir del momento en que los ministros se trasladaron a Valencia. Lo cierto es que todo había empezado antes. Primero se produjo el asalto a la Modelo a finales de agosto que fue sofocado por algunas autoridades republicanas. Continuaron estos hechos en el cementerio de Aravaca, luego un paraje en Fuencarral, el cementerio de Vaciamadrid, el cementerio del Este, el cementerio de Pozuelo o el paraje de Torrejón de Ardoz. El 4 de diciembre se interrumpieron estas actividades represivas definitivamente porque se nombró a Melchor Rodríguez, “el ángel rojo”, y su equipo como responsables de los presos de Madrid. Altos dirigentes de la justicia republicana y los diplomáticos extranjeros fueron los artífices de este cambio. 

            La consecuencia de aquella actividad de represión política contra presos no combatientes fue señalar a todos los vecinos de Paracuellos por el secretismo de las operaciones. A los vecinos se les cargó con un sambenito, ser responsables de aquellos asesinatos. La caza de brujas posterior a la guerra señalaba a todos los vecinos como parte de aquella organización. En la memoria de muchos españoles está ligada aquella barbaridad con el nombre del pueblo. Aun hoy en las disputas políticas sale a relucir el nombre de Paracuellos. Por eso es muy importante que los trabajos de investigación de historiadores se den a conocer para limpiar el buen nombre de esta ciudad que ha crecido demográficamente en los últimos años una barbaridad. 

            Quedan retratados los nombres de casi todas las antiguas familias del pueblo en una historia de la violencia que llegó de Madrid pillando desprevenidos a nuestros vecinos. Estos no vieron con buenos ojos aquellas actividades ni tampoco los pocos asesinatos, e intentos, que se produjeron entre los paisanos. Como todas las mañanas se levantaron para ir a trabajar pero se encontraron unas expediciones de presos que no habían pedido. La historia de los reclusos de Madrid queda aclarada. Los presos madrileños fueron ejecutados por una organización revolucionaria madrileña y unos 200 vecinos de Paracuellos fueron obligados a enterrar a aquellos más de dos millares de derechistas bautizados como “fascistas”. Los presos de las cárceles madrileñas acabaron su viaje desde Madrid en un lugar idílico de veraneo entre el Jarama y el arroyo de San José. Un episodio imborrable en la historia de Paracuellos.  

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