Pedrito
De haber nacido hoy, Pedro Pérez
Carreras habría tenido todas las oportunidades que brinda la educación
especial. De haber nacido hoy, los padres de Pedro habrían sabido qué
enfermedad metal tenía su hijo, el nombre de síndrome o el grado de autismo, y habría
sido tratado por especialistas. Pero lo hizo en 1958. En esa época, tener una
discapacidad física o intelectual, te relegaba a la dependencia. De familia humilde
y trabajadora de Paracuellos (su padre era pastor). Fue el cuarto de cinco
hermanos.
No obstante, eso
no le impidió ir al colegio con los demás niños de Paracuellos. Se sentaba al
final de la clase con un cuaderno y un lápiz. Se quedaba callado, atendía las
lecciones del profesor y escribía mucho. Era una caligrafía muy pequeña, muy
recta, no se salía, pero en un idioma propio. Sólo lo entendía él. Tenía
problemas de comunicación, pues no vocalizaba demasiado y era difícil saber qué
decía, aunque a base de escucharle acababas comprendiendo lo que te quería
trasmitir. No era de mucho vocabulario ni de grandes discursos, salvo con sus
personajes imaginarios que, solo él visualizaba, los cuales le acompañaron toda
su vida, pero era capaz de interaccionar con las personas de su entorno, un
rato largo o corto, hasta que volvía a sus ensoñaciones.
Se puede decir,
que, desde el primer momento, se crió en la calle con los demás niños del
pueblo, como todos los de aquella generación. Por eso, siempre fue muy querido
por todos los vecinos, porque era muy callejero, muy bueno, siempre se estaba
riendo y jugaba con los demás niños hasta que desconectaba, volviendo a su
mundo imaginario.
Sin embargo, a
medida que los niños de su generación fueron creciendo, empezando a realizar
cosas de adolescentes, Pedro se quedó anclado en su infancia, su eterna
infancia en la que vivió siempre. La gente empezó a llamarle Pedrito, y los niños para referirse a él
añadieron el adjetivo “el Tonto”, que
no era un adjetivo descalificativo, sino su mote. En los pueblos, todo el mundo
tiene mote o apodo, que son el sobrenombre que te ponen otros para ser reconocido
en la comunidad y que te acompañaran hasta la tumba. Puede ser de profesión (el bombero, el churrero, el panadero…), de
procedencia (el maño, el portu, el rumano…)
por meritos propios (el cuquillo, el
guarri, el formalito…) por defectos físicos o psíquicos (el cojo, el manco, el loco, el largo…) o
heredados de tus parientes (los pelícanos,
los coítos, los jaros…). Además, en aquellos tiempos, llamar a una persona
con discapacidad subnormal o mongólo, era lo habitual. Pero Pedro no
era tonto. Vivía en su mundo, allí era feliz ¿Quién no aspira a ser feliz? Pero
también era capaz de entender el mundo que le rodeaba sin problema.
Como dice
Manuel García Centeno en su libro El
canto del Cuclillo cuando habla de Pedrito: “Por su estatura parecía un muchacho de doce años. Cuando se acercaba
cambiaba de edad. Pedrito tenia dificultad para llegar a medir un metro treinta
centímetros”. Era de baja estatura porque sus padres lo eran, eso ayudó a
que pareciera siempre más niño de lo que realmente era.
Que Pedrito se quedase en la infancia casi
toda su vida, facilitó que muchas generaciones de jóvenes acabaran conociéndole
y jugando con él. Tiene en su haber ser reconocido por muchos vecinos como un
ser excepcional, que llenó el pasado de muchas historias y anécdotas que darían
para llenar un libro. Por ejemplo, le gustaba simular con su particular mímica,
que aparcaba camiones haciendo el ruido con la boca, pero realizando maniobras
como si llevara un vehiculo de tres ejes; o que se sentaba en el mojón que
marcaba el km 6 de la carretera M-113 (que estaba al lado del primer semáforo
que se encuentra a la entrada de Paracuellos por las cuestas), e iba apuntando
en su inseparable libreta de bolsillo la matricula de los coches, que según él
cometía alguna infracción, como saltarse el semáforo en ámbar; o que vestido
con un traje militar que le regalaron y un pito, desvió el tráfico por el casco
urbano simulando ser un Guardia Urbano lo que provocó un gran follón; o
disparar desde las esquinas con su rifle de cazar leones y elefantes.
Pero por lo que
más es recordado son por sus grandes faenas en la plaza de toros, con puesta y
todo de banderillas, que terminaba justo cuando salía el toro de verdad. O sus
actuaciones como principal vocalista con las orquestas que venían en las fiestas.
Conseguía siempre subirse al escenario (por mediación del alcalde, concejal o
méritos propios) y colocarse sin molestar en una esquina, y desde allí simulaba
ser la estrella de momento.
Sin embargo, lo
más asombroso que tuvo y por lo que destacó, fue por la gran cantidad de amigos
imaginarios con los que simulaba infinidad de conversaciones. Lástima que su
forma de hablar impidiese entender muchas de ellas, aunque estaba claro que cuando
Pedro se reía era porque un amigo le estaba contado algo gracioso, o cuando se
ponía serio era porque le estaba cayendo a alguien una buena bronca. Eso sí,
parecía en muchas de las conversaciones que era el jefe, le gustaba mandar,
dirigir…
Como absolutamente
todos los seres humanos que pueblan la tierra, él también tenía su lado oscuro,
sus malos humos o sus vicios, sobre todo en sus últimos años de vida, pues
aunque no lo pareciera por su aspecto de joven, ya calzaba los 50 años cuando
murió. Resulta, que, a parte de fumar, le dio por beber. Se pasaba los días frecuentado
los bares de Paracuellos que son muchos. En todos era bien recibido, en todos
pagaba su vaso de vino, también en la mayoría le invitaban los dueños a la
segunda y los clientes la tercera o cuarta, y así se pasaba la mayor parte del
tiempo. Y claro, al final empezó a tener problemas con la bebida, hasta tal
punto, que el alcalde tuvo que prohibir a los dueños de los bares que le
sirvieran alcohol. Pero eso no le frenó, empezó a subirse a los autobuses y
bajarse a los bares de la localidad vecina. Barajas era un lugar que conocía, y que manejaba bien, pues al parecer allí tenía una hermana con la que comía habitualmente.
No está del todo
claro lo que le ocurrió, hay varias versiones del mismo hecho. Parece ser como
la más aceptada que, a la vuelta, los conductores le dejaban subir sin más o
algún viajero que le conocía pagaba el billete porque Pedro se gastaba todo el
dinero que le daban. Pero uno de los conductores era nuevo, no le dejó subir si
no pagaba y tampoco hubo nadie, conocido o sin conocer, que lo hiciera. Así que
se quedó en tierra y empezó a caminar por el arcén de la carretera dirección Paracuellos
“en difícil equilibrio” en una noche
cerrada y lluviosa, una furgoneta de reparto se lo llevó por delante…
De seguir
vivo, Pedro tendría hoy 62 años y seguiría formando parte de la vida diaria de Paracuellos.
Los nuevos vecinos ya se habrían acostumbrado a verle en la carretera
dirigiendo el tráfico con su uniforme del ejército del aire, toreando o cantado
en las fiestas.
Los que hemos
tenido la suerte de conocerlo, le recordamos con mucho cariño y le damos las
gracias porque su singular vida forma parte de nuestros recuerdos. Sirvan estas
líneas para homenajear y recordar a una gran persona y a un gran paracuellense,
que lo fue en su locura, pero como dijo Cervantes: “Demasiada cordura puede ser la peor de las locuras, ver la vida como
es y no como debería de ser”.
Javier Nájera Martínez y Luis
Yuste Ricote.
Cronistas Oficiales de
Paracuellos de Jarama.
Bibliografía:
- GARCIA CENTENO, M. (2018):
El canto del cuclillo. Editorial Círculo Rojo, Madrid. Pág 121.
- NÁJERA MARTINEZ, J.; YUSTE
RICOTE, L. (2016): Historias de Paracuellos de Jarama. Ayuntamiento de
Paracuellos de Jarama, Madrid. Pág.445.
Pedro era muy buena persona, cuando tenía 12 años tuve un accidente, me destrocé el brazo derecho, cuando por fin me dieron el alta en el hospital, llegué aa casa, había perdido medio curso de quinto de egb, Pedro me visitaba muy a menudo en casa, y manteníamos conversaciones normales, me preguntaba por mi brazo, me decía que pronto estaría bien y nos iríamos a las eras a jugar, no era tan "tonto", cuando él quería se hacía entender, fue de las personas que más me visitó, y cuando salía a la calle en ocasiones me defendía cuando los demás niños me llamaban "manco", le tengo en mi memoria, se portó muy bien conmigo. Gracias Pedrito donde estés.
ResponderEliminarGracias por el artículo
Gracias por tu aportación, es muy útil. Un saludo.
EliminarNo nació en 1958,era quinto de otro año, pudiera ser del 54 . Lo digo porque su hermano pequeño que le seguía en edad es quinto mío, Luciano Pérez Carreras , que así es como se apellidaban
ResponderEliminarGracias por darnos datos sobre Pedrito. Gracias por leer el blog. Un saludo.
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