Lunes de Pandemia #quedateencasa


            Una de las fiestas importantes del calendario cristiano es la Semana Santa, ayer habría dado comienzo con el Domingo de Ramos. Hoy lunes, en distintos lugares de la península, y con especial devoción en Málaga, la imagen del Cristo Cautivo recorrería las calles de las ciudades. En Paracuellos la Semana Santa se traduce en una serie de oficios espirituales, acompañados de la procesión del encuentro doloroso el jueves Santo y la procesión del silencio el Viernes Santo, tras el cual se produce un rezo del Vía Crucis. Hoy, si nos permiten el sinónimo, estamos cautivos en nuestras casas por culpa de un virus, estamos a lunes de pandemia. Una epidemia que recorre el planeta por una posible zoonosis nos confina en nuestras casas, sin poder disfrutar de esta tradición. No existe cura ni vacuna, ni sabemos muy bien la forma de interaccionar con nuestro organismo este coronavirus llamado COVID 19. Esto nos hace recordar un poco la historia de la vacuna, que se llega a ella como solución para otro virus, el de la viruela, vacuna cuya expansión Paracuellos participa tímidamente.


La Viruela es una enfermedad con el humano como huésped natural, que afecta principalmente en la niñez. Es producida por dos virus complejos, de la familia de los ortopoxvirus, de unos 250-300 nm de diámetro y que contiene de DNA como material genético. Los dos virus producen la viruela mayor (clásica), con una mortalidad de alrededor entre el 30 y 90% de los infectados; y la viruela menor, también conocida como alastrim, con una mortalidad del 1%. Su forma de trasmisión es de persona a persona a partir de aerosoles provenientes de la persona infectada. Actualmente existe remedio gracias al virus de la vacuna o vaccinia, que infecta al ganado bovino. Este virus de la vacuna es otro ortopoxvirus. Se considera erradicada por voluntad humana en el año 1977, gracias a la vacunación global sistemática desde 1950 tras una resolución de la OMS. Actualmente se crioconservan cepas del mortal virus en EE. UU y Rusia.
            Según los estudios moleculares el virus original es un poxvirus ancestral africano que afecta a redores, que, por mutaciones posteriores, se produce una separación evolutiva dando lugar a dos divergencias, originando el virus del alastrim entre hace 6.300 y 1.400 años del presente y posteriormente el virus de la viruela clásica entre hace 600 y 400 años del presente. Con estos datos de biología molecular, es una zoonosis originada a partir de los Jerbos, difundiéndose hacia Asia en la remota antigüedad. Los primeros registros arqueológicos de la Viruela se encuentran en momias de la época de Ramsés V (1157 a.C.). Se piensa que el virus fue difundido por comerciantes egipcios a la región india en el primer milenio a. C., siendo el viejo mundo donde se establece de forma endémica. En la literatura podemos encontrar evidencias de la enfermedad en epidemias descritas en distintas épocas. Es el obispo Marius de la ciudad suiza de Avenches en el año 570 d.C., quien designa una enfermedad que llama “variola”, al describir un brote mortífero en el siglo VI. Posteriormente en el año 910 el médico persa Al Razi, describe una forma de viruela benigna en su Tratado sobre la Viruela y el Sarampión, en el que consideraba ambas como variantes de una misma enfermedad.
A partir del siglo XV empieza a describirse como una enfermedad grave y mortal. Esto justificaría la falta de referencias en los textos clásicos, pues era una enfermedad leve hasta su mutación hace aproximadamente 500 años. La mutagénesis coincide con las sucesivas misiones españolas que llegan a América, donde no existía una inmunidad contra la enfermedad. En 1520 desembarca en Yucatán los hombres de Pánfilo Narváez, introduciendo la Viruela en América, a través de un esclavo africano infectado con el virus. Según crece España por el continente americano, la Viruela se extiende por el imperio azteca acabando con el 95% de su población. A partir de ahí, se genera un proceso ideal para la mutación de la enfermedad. En el nuevo mundo la Viruela sesgaba la población, cosa que no pasaba en el viejo mundo, hasta que se introdujo el virus mutado gracias al comercio. Nápoles tiene el dudoso honor de ser el lugar donde apareciera el primer caso de “viruela negra”, cepa precursora de la conocida como viruela clásica, que desfiguraba y mataba a la población, sin que hubiera tratamiento que lo remediase. Con la trata de esclavos se dan las condiciones necesarias para la mutación del virus: alta hacinación y la ausencia de cuidado de las víctimas, produciéndose coinfecciones con otros virus. A esto hay que unir las migraciones de europeos al continente americano, causada principalmente por las guerras producidas por la Reforma protestante y la Contrarreforma favoreciendo las trasmisiones.
Por aquel entonces como hemos visto, la Viruela se ha confundido en varias ocasiones como una sintomatología de otras infecciones, Sarampión, Peste, Sífilis…, lo que causaba que el diagnostico no fuera nada fácil. No fue hasta mediados del siglo XVII cuando se empezó a considerar como una enfermedad única, describiendo epidemias de Viruela discretas y confluentes. Para aquel entonces el virus se había acomodado ya a escala global, con doscientos años de azote, diezmando la población tanto en los territorios peninsulares como ultramarinos. La población sufrió sobre todo en los siglos XVI, en especial en el XVII, epidemias que se lleva por delante 60 millones de personas.
La historiografía científica muestra lo que se llama “variolización”, encontrando en los tratados árabes esta forma de combatir la enfermedad, la cual consistía en frotar el material obtenido de una pústula en pequeños cortes de un brazo de una persona sana. Se sabe que en India y China se practicaba desde el primer milenio antes de cristo. Es en 1718 cuando el médico de la embajada británica en Constantinopla, el Dr. Emmanuel Timony realizara una variolización junto a un cirujano del cuerpo diplomático, inoculando a una ciudadana inglesa, con resultados satisfactorios. Este diplomático realiza la primera inoculación en Londres en su hija Mary, ante la presencia de observadores médicos del Royal College of Physicians. La técnica no estaba exenta de riesgo, pues al usar una preparación con demasiada carga vírica, se obtenía el resultado contrario al deseado. 
Encontramos en la literatura científica que las primeras variolizaciones se realizan en España en 1728 en pueblos de Guadalajara y Segovia.  Hay constancia de la práctica de la técnica tanto en la península como en tierras americana, siendo una práctica con defensores y detractores. Uno de los lugares que se arraiga esta práctica es en el País Vasco, gracias al ilustrado D. José Santiago Ruiz de Luzuriaga. Este consigue una recomendación por parte de las Juntas Generales, algo impensable en el resto del país, que no se produce hasta que en 1798 Carlos IV ordena a través de una Real Cédula inocular de viruelas en los hospitales y casas de misericordia que dependen de la corona. La monarquía borbónica era muy consciente de lo que significaba la enfermedad, pues había padecido reiteradamente las epidemias de viruelas.
Con esta información, otro británico, el médico rural Edward Jenner (1749-1823), observa que las personas que estaban constantemente en contacto con ciertos animales (Vaca y Caballo), sufrían una enfermedad similar a la Viruela en estos cuadrúpedos, parecían estar protegidos de la enfermedad. Comenzó en 1796 a experimentar la variolización utilizando el material de la pústula de los animales, para posteriormente inocular a los variolizados con el virus Viruela. Los resultados fueron esperanzadores con el virus de la vaca (conocido como vaccinia). Sus experimentos confirmaban que se podría proteger a los humanos contra una enfermedad potencialmente peligrosa con un virus relacionado, dando además nombre a esta técnica: la vacunación. Con estas técnicas, variolización y vacunación, hoy en día, se configuran la mitad de las técnicas de protección frente a agentes víricos; la primera se realiza con un virus atenuado, y la segunda con un virus relacionado.
La técnica de Jenner tuvo una gran difusión los primeros años. En España se realiza la primera vacunación tan solo dos años después del descubrimiento de Jenner a finales de 1800 en la comarca de Puigcerdà. Poco después el Dr. Ignacio de Jáuregui, medico de cámara de la familia Real, recibieron la linfa de París, y comenzó una tanda de vacunaciones en la provincia de Madrid. Son bastantes los médicos y cirujanos de la época entusiasmados con el nuevo descubrimiento, e intentan crea un modelo centralizado para la vacunación (como sucedía en Francia e Inglaterra), haciéndose con reservas de la ninfa en Madrid. Existen textos epistolares de uno de los promotores de la vacunación, el Dr. Ignacio Ruiz de Luzuriaga (hijo del antes citado José Santiago Ruiz de Luzuriaga), describiendo como en los primeros nueve meses había sido inoculadas 860 personas en Madrid, pero que existían problemas para centralizar el exudado vírico. Por esto los cirujanos de los lugares cercanos a Madrid llevan a personas a vacunar a la capital del reino, y de esta forma poder conservar la vacuna en los municipios. Cuenta el Dr. Luzuriaga que “D. Vicente Benedicto, Médico de Getafe, y el Cirujano del lugar han vacunado sus hijos en Madrid para llevar el fluido vacuno más seguro al lugar de su residencia. El Médico de Fuenlabrada; el cirujano de Griñón Díaz, y otros, han seguido el mismo ejemplo con la mira de propagarla en todos los lugares circunvecinos de la corte; se vacuna en Toledo, Segovia y otras muchas ciudades vecinas de Madrid; y si esto se ha conseguido en el término de 4 meses, debemos prometernos ver generalizada la vacuna en toda España” (OLAGÜE, 1993, p327). La vacuna no se aplicó de forma generalizada, pues hasta la epidemia de 1811 en lugares como Paracuellos de Jarama, que está a tan solo tres leguas de Madrid, no se produce la vacunación. Aun así, como contamos en otra entrada el Dr. Julián de Ávila, comenta que ese 1811 hay una epidemia de viruela, en el que veinte niños no vacunados con la linfa son atacados por la enfermedad de forma brutal. Entonces a partir de una póstula de su hija, de brazo a brazo, comienza una vacunación que salva de la catástrofe a setenta niños. Es la primera vacunación documentada en nuestro municipio, quince años después de su descubrimiento. Cuenta el Dr. Julián de Ávila en el informe: La enfermedad varilosa se presentó en este pueblo a mediados de mayo pasado. A los primeros infantes que atacó fue con tanta rapidez y violencia que todos sus síntomas agigantados ponían á los chicos gravemente afectados, y la erupción abundante desconocidos e incomodos. Establecí para su curación el método de humedecerles ya con enemas, ya con periluvios, y finalmente ya con diluentes, y habiendo visto que esta enfermedad progresaría malamente, y que no había enbacunados más que unos veinte y tantos chicos por haber despreciado en otro tiempo este administrable preservativo, remití sin dilación a Madrid una hija mía para que la enbacunasen de brazo a brazo como en así se hizo pero por pronto que quise hacer de ella esta operación á los demás chicos del pueblo, ya había atacado a más de treinta; y luego que a otra mi hija le produjo el grano bacuno poniéndose en proporción para ello, vacuné de brazo a brazo a más de setenta que no habían tenido la viruela previniendo a sus padres y familias que por estar la natural en el pueblo, el que estuviese tocado a caso se le presentaría mas pronto una prevención hice para que este inestimable preservativo perdiese nada de su merecido anticipo, pues la abundancia de viruela natural que venía no les estimulo para que todos consiguiesen con sus hijos a buscar la vacuna. En todos los enbacunados he observado que han seguido sus periodos regularmente solo en tres se han presentado las viruelas cristalinas que al quinto día se les calmo y en otros cinco una viruela a semejante a la natural aunque en más numero que en los anteriores; pero con ella han andado han comido y bebido: y positivamente aseguro que la vacuna ha cortado y contenido a este proceso variloso, pues que ninguno de los vacunados tiene la menor indisposición y ninguno han desgraciado, cuando sobre haber fallecidos de los de la viruela natural, entran padeciendo en el día varios de los que las tienen que se resistieron a la vacunación. En cuanto puedo informar en los particulares que se me han preguntado”.



El momento de aparición de la vacuna, coincide con el final del periodo del movimiento político cultural conocido como Ilustración, donde el deseo de modernización de España impulsó grandes expediciones científicas, con investigaciones de distinta índole, desde botánicas a geodésicas, convirtiendo los barcos en laboratorios flotantes. A esto hay que añadir la existencia de una generación de médicos formados con esa premisa entre los que se encontraban Ignacio Ruiz de Luzuriaga, el alicantino Francisco Javier Balmis Berenguer (1753-1819) -con amplia tradición de cirujanos en la familia- y el leridano José Salvay y Lleopart (1778-1810). Estas dos premisas, junto a una epidemia de viruela que asola américa son las que confluyeron para hacer la última gran expedición de la ilustración conocida como La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
Es en marzo de 1803 cuando da comienzo una carrera para realizar la expedición de la vacuna, con tres objetivos claros: difundir la vacuna a todos los Virreinatos, instruir a los sanitarios locales para practicar la vacunación, y, por último, crear Juntas de Vacunación para mantener la inmunización de forma permanente. Los gastos de la expedición hasta ultramar corrían a cargo de la Real Hacienda, una vez allí, el resto de los gastos tenían que asumirlo los Censos y Tributos de Indios. La expedición está dirigida por el Dr. Balmis, con sobrada experiencia como cirujano militar, como subdirector el joven Dr. Salvany. Los acompañaron tres ayudantes, dos médicos, dos practicantes, tres enfermeros, así como la marinería y el capitán de la corbeta María Pita. 
Había además de acompañarlos la vacuna, se realizaron pruebas para mandarla en distintos embalajes, la humedad y calor estropeaban la vacuna. Para ello, diseñaron una estrategia con la intención de mantener vivo el virus durante el mes que duraba la travesía. La táctica era ir vacunando, tras una inoculación inicial, a 2 niños por semana, para que, de esta forma, al desarrollar vesículas frescas durante la travesía, se garantizaba no desarrollar en todas sus fases la enfermedad de la viruela de la vaca al final del viaje. De esta forma llegaban con vesículas frescas al otro lado del Atlántico y poder continuar con la vacunación sucesivamente. Eligieron para esta función a de 22 niños de entre 3 y 9 años, de las inclusas de Madrid y La Coruña, lugar de partida de la expedición, que no hubieran parecido la viruela natural ni estuvieran vacunados. Los pequeños iban acompañados por la cuidadora, a la par que enfermera, Isabel Sendales y Gómez, ya que entre el grupo elegido estaba su hijo adoptado. Estos niños, tras el viaje, se asentaron en México, otros fueron los que continuaron la “cadena” de vacunaciones.

La expedición parte el 30 de noviembre de 1803, con una primera escala 27 días después en Santa Cruz de Tenerife, donde comenzó la vacunación en las islas Canarias. De la isla partieron hacía Puerto Rico, donde llegaron el 9 de febrero de 1804. Tras un desencuentro con los médicos de procedencia inglesa, que había introducido la vacuna desde sus países de origen, partieron el 12 de marzo hacia Caracas donde llegan el 28 de marzo. En el lugar recibe la noticia del fallecimiento del comisionado para llevar la vacuna a Santa Fe, capital de Nueva Granada, por lo que deciden dividir la expedición siendo Salvany el encargado de “repartir” la vacuna por el sur del continente, llegando esta expedición entre 1805 y 1808 a Quito, Lima y Santiago de Chile como principales ciudades. Desde Caracas, Balmis se pone rumbo a la Habana donde llega el 26 de mayo de 1804. Posteriormente se dirigen a Sisal donde atracan el 25 de junio. De Sisal parten hacia Veracruz, donde por causa de la disentería tienen que volver a México. Hasta el principio de febrero de 1805, día que parten hacia Filipinas, preparan la segunda parte de la expedición.
Esta parte de la expedición no estaba contemplada, pero por el éxito alcanzado en América, Balmis decide continuar su proyecto hacia Asía. Al no contar con financiación tiene que contar con benefactores que costeen el proyecto. Comienza su travesía hacia la costa asiática en el buque “Magallanes” para llegar el 15 de abril de 1805 a Manila. De ahí fueron a Macao, y desde donde partieron hacia Cantón para llegar el 5 de octubre de 1805. Por esta parte del mundo, Balmis no encontró más que dificultades y los vacunados no llegaron al centenar de personas. Desde Cantón se enrolo en el barco de bandera portuguesa “Bom Jesus de Alem” con el que llegó a Lisboa en el 14 de agosto de 1806, no sin antes hacer escala en Santa Elena el 17 de junio. El 7 de septiembre fue recibido en Madrid, felicitado por el éxito de su expedición.
Poco después de llegar a España se produce la ocupación napoleónica. El Dr. es declarado proscrito por su oposición directa a la ocupación, por lo que Balmis sale de Madrid a finales de 1808. Esto unido a las noticias que llegaban de ultramar, donde daban extinto el fluido vacunal, hace que regrese a México. Allí tiene verdaderos problemas de distinta índole, entre ellos encontrar vacas infectadas. Decide volver a Madrid en 1810. Ese año recibe la noticia de la muerte de Salvany. El resto de la su vida la pasó en Madrid, como vocal de la Real Junta de Cirugía y Cirujano de cámara.
A partir de ese momento la propagación de la vacuna empieza a decaer de forma brutal. Entre los problemas encontramos la omnipresente resistencia popular a la vacunación y la falta de linfa, propiciando la aparición de falsas vacunas, unido a una inestabilidad política, se producen repuntes de Viruela. En 1871 el estado crea el Instituto nacional de Vacunación, consiguiendo tener de nuevo efectividad la vacunación. No ocurre lo mismo en otros países hasta bien entrado el siglo XX. A esto hay que añadir que para evitar ciertas trasmisiones de enfermedades entre los vacunados (especialmente Sífilis), se deciden realizar la obtención de la vacuna directamente desde las reses infectadas con vaccinia. Esto no estaba exento de peligros, como la trasmisión de tuberculosis. Gracias al conocimiento de la liofilización (congelación y desecación) se consigue una vacuna estable, lo suficientemente segura como para realizar una campaña de vacunación a nivel global, que acaba con la enfermedad en el pasado siglo XX. España llevaba ventaja en la vacunación sistemática, por lo que la enfermedad es erradicada antes. El último caso registrado en el mundo por infección natural se data el 26 de octubre de 1977. La OMS la considera erradicada desde 1980.


La historia de la viruela no termina con su erradicación, como ya comentamos, existen un total de 470 cepas congeladas en EE. UU y Rusia. Hubo un tercer país que mantenía el virus, Inglaterra, en la Universidad de Birmingham, donde por un accidente en un laboratorio un fotógrafo medico contrajo la enfermedad, que le causó la muerte y el investigador se suicidó. Con el suceso se ponía de manifiesto la peligrosidad de infecciones accidentales, sin contar la posibilidad de utilizarlo como arma biológica. Hace un lustro varios comités expertos reunidos bajo el auspicio de la OMS, recomendaron su destrucción, pues no hay razón para su conservación.
            Como hemos visto, a lo largo de la historia, la intervención humana puede crear las condiciones necesarias, para que un virus animal se convierta en un problema de salud grabe. Son varias las zoonosis que no han tenido mayor problema que la contención de la enfermedad. Por el contrario, el tiempo ha demostrado que se puede “escapar” del control que creemos tener, en cualquier momento, si se dan las condiciones para que esto ocurra. El SIDA o la mal llamada “gripe española” de 1918 podrían ser un ejemplo. Afortunadamente, a día de hoy, los avances científico-tecnológicos nos permiten caracterizar los virus y empezar a trabajar en su cura en poco tiempo, no los siglos de la viruela, o los decenios del VIH.
            La historiografía nos muestra la efectividad de ciertas vacunas, hasta el punto de la total erradicación de enfermedades mortales. Siendo el origen de la profilaxis la mejor muestra, y la vacuna contra la Polio, la que lo confirma. Actualmente existe un movimiento antivacunas, que está haciendo reaparecer enfermedades víricas, dadas por extintas en buena parte del mundo, ignorando que cada año dos millones y medio de personas no mueren por estar vacunados. Ese movimiento de un mundo sin vacunas, tienen un ensayo general con la pandemia que sufrimos actualmente.
            Proyectos como la Real Expedición Filantrópica de la Viruela, fueron inversiones, decisivas para el progreso del conocimiento. No solo de su época, pues como hemos visto, han servido de “ensayo general” para realizar proyectos a escala mundial. Hoy nos damos cuenta de que lo que algunos conciben como un gasto en investigación, educación y sanidad, es una inversión. Sin educación no hay investigación, y sin investigación no hay sanidad. Esas grandes investigaciones fueron llevadas a cabo por ilustrados, hombres que confiaban en progreso. No solamente de hombres, también de mujeres que pasan de puntillas por los textos. En este trabajo, podemos destacar tres de esas mujeres, la británica en la que realizan la valorización (Mary), la enfermera que acompaña a los niños en la Real Expedición -Isabel Sendales y Gómez- y por último la hija del cirujano de Paracuellos, que confío plenamente en la ciencia trayendo sobre sí la vacuna a toda una población.
            Solo nos queda para terminar con esta entrada un par de cosas. Primero unirnos a ese símbolo de banderas a media asta, que hay en nuestro municipio, símbolo de dolor por los más de mil fallecidos por este COVID19, expresando nuestras condolencias a sus familiares y amigos. Para concluir dando las gracias a todos y cada uno de los que, con su trabajo permiten que estemos confinados, ganando tiempo al virus. Esos trabajadores que mantienen el país al ralentí: personal sanitario, limpieza, tenderos, industria farmacéutica y boticarios, repartidores, científicos, conductores y transportistas, agricultores, ganaderos, pescadores, fuerzas del orden y seguridad… una lista, seguro que incompleta, de trabajadores, que junto a los voluntarios de protección civil y asociaciones que hacen un esfuerzo, exponiendo su salud por nosotros. GRACIAS.

Luis Yuste Ricote y Javier Nájera Martínez.
Cronistas oficiales de Paracuellos de Jarama.

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