El lavadero

    Aprovechamos los acontecimientos de esta semana para actualizar esta entrada. Según consta en el archivo municipal, a las cuatro de la tarde del 3 de marzo de 1929 tuvo lugar la inauguración y bendición por parte del cura, del lavadero. El alcalde que hizo la obra fue Don Jesús Domínguez Muñoz que acudió a la inauguración junto con el resto de la corporación municipal y multitud de vecinos. El coste de su obra ascendió hasta las 2.385,50 pesetas, una cantidad  nada despreciable  para la época. Sin embargo, aunque no disponemos de más datos, es más que probable que las mujeres de Paracuellos tuviesen otro lugar para lavar la ropa, aunque desconocemos el sitio. Cabe la posibilidad como la opción más racional, que pudiera ser el mismo, con lo cual estaríamos hablando de una remodelación, aunque no costa en las actas plenarias que fuese así. En cualquier caso, sabemos que lavar la ropa era una necesidad de primer orden realizada exclusivamente pos las mujeres. También debemos suponer que, debido a la cantidad de manantiales que hay en las inmediaciones de casco urbano, haya sido su ubicación fuera de él. Esto nos pone en la tesitura de afirmar, sin ningún género de dudas, lo extraordinariamente fuertes y sufridas que han sido nuestras mujeres al tener que acarrear diariamente el barreño cargado de ropa, bajando y subiendo la empinada cuesta del lavadero.

De izquierda a derecha: Encarnación Civantos Melero, Rosario Melero Morales, 
Marina Saldaña Ramos, Dolores Civantos Melero y Pilar Saldaña Ramos.
 

De los últimos 70 años, tenemos el testimonio de Doña Carmen Nájera García una de las últimas mujeres que uso el lavadero antes de caer en desuso a finales de los años 80. El primer recuerdo que tiene Doña Carmen es de cuando con apenas  6 años, bajaba al rio Jarama a lavar la ropa acompañando a su madre y que era trasportada a lomos de una borrica de la familia. Posiblemente estos primeros recuerdos de la niñez eran de cuando en época estival, los niños bajaban a bañarse mientras las mujeres aprovechaban a lavar. La mayor distancia del pueblo al rio, hacía imprescindible para llevar la pesada carga, disponer de traición animal o mecánica. También recuerda como en ocasiones, el Ayuntamiento vaciaba el  lavadero para su limpieza y mantenimiento que solía durar varios días, lo que provocaba que las mujeres tuvieran que ir lavar al río. 

 

El hecho más trágico que se recuerda relacionado con el lavadero,  fue el fallecimiento de su tía Doña Valentina Alcantarilla Marcos en 1952. Ese día estaba lavando sola, cuando calló una fuerte tormenta. Lo único que pudo hacer fue refugiarse debajo de un árbol, pero quedó totalmente empapada de agua. Después subió al pueblo y  calló enferma de neumonía, que a los pocos días la llevó a la tumba. Tenía 60 años. 

 

Cuando nos referimos a lo extraordinariamente fuertes y sacrificadas que eran las mujeres de Paracuellos no estamos exagerando ni un ápice. La jornada laboral comenzaba al alba con el canto del gallo, tenían por delante una dura jornada de trabajo doméstico, preparar desayuno del marido e hijos, hacer camas, limpieza de la casa, ordeñas vacas u ovejas, dar de comer a los animales, recoger huevos, hacer la comida para maridos e hijos, y después de todo eso, a la tarde sobre la hora de la siesta, lavar la ropa en el lavadero, para terminar atendiendo cenas y limpieza de cocina. Lavar la ropa a mano era una tarea muy dura, pues suponía estar muchas horas pasando frío en invierno y calor en verano. En invierno, el agua casi helada congelaba unas manos que a menudo sufrían de sabañones. En verano, las mujeres cargaban con barreños o cestos la empinada cuesta. Era también muy habitual utilizar un jabón casero a base de sosa caustica bastante agresiva para la piel. El lavadero tenía dos zonas muy bien diferenciadas, en la primera y más cercana al caño del agua, se aclaraba la ropa una vez lavada. En la segunda que era más grande, se lavaba la ropa a base de frotar y echar jabón. Después de aclarada, se solía extender sobre los juncos que había en la zona para que se fuesen secando lo más posible y evitar así subir con la ropa mojada que la hacía más pesada. Juncos por cierto, que solía recoger  desde 1956 Don Antonio Lorenzo  para que sus clientes se pudieran llevar los ricos churros que elaboraba bien atados. También, aunque no era muy habitual entre los hombres dejar la partida de mus o el dominó a medias,  algunas veces las mujeres conseguían quedar a una hora con sus maridos para que les ayudasen. 

 


No recuerda Doña Carmen disputas o conflictos entre las mujeres salvo cuando había que lavar la lana de las ovejas recién esquiladas. Hay que recordar que los colchones eran de lana de oveja y que estos había que cambiarse cada cierto tiempo ya que después de mucho airear y varear, perdían eficacia. El esquilador profesional que venía a esquilar todas las ovejas del municipio, era de Torrejón. Esa lana se bajaba a lavar llena de restos de suciedad (paja, excrementos, etc.) lo que provocaba una gran suciedad del agua y algún enfado entre las mujeres que lavaban otras prendas. 

 

Pero lo que si tenía el lavadero de especial, era porque se producía el encuentro de muchas mujeres de Paracuellos en tono a una actividad que duraba mucho tiempo. Esto hizo que se convirtiera en un lugar de esparcimiento donde se daba rienda suelta a todo tipo de conversaciones, cuentos, chistes, cantos, etc. Menos de política, se podía hablar de todo. También se ponían al día de la vida social del pueblo a través del chismorreo y las habladurías. A falta de revistas del corazón y salvame de luxe, así discurría el único tiempo que las mujeres tenían para ellas mimas.

 

El lavadero se estuvo utilizando hasta finales de los años 80 por un puñado de mujeres que a pesar de disponer de lavadoras eléctricas, preferían lavar a manos sus prendas. Aunque las últimas lo hacían  sobre todo  para lavar los textiles que superan la carga de las lavadoras, tipo  edredones, alfombras, cortinas o colchas. 


        Como curiosidad, debemos mencionar que durante buena parte de los años ochenta y noventa, el Colegio Público Virgen de la Ribera editaba una revista escolar con el nombre de “El lavadero”. 

 

Completamos el testimonio de Doña Carmen con el texto que nos ha hecho llegar D. Francisco José Rivila, y que complementa lo expuesto hasta ahora.

EL LAVADERO por Pako Rivilla.

Las dos mujeres ponen cuidado dónde pisan para bajar la cuesta. Las últimas lluvias han dejado el camino lleno de regueros que dificultan el paso. Apoyado en la cadera, el barreño con la colada. El jabón casero, elaborado por ellas mismas con aceite de oliva usado y sosa cáustica, lo esconden entre una zarza. Tarea inútil, pues ya nadie baja a lavar ni se va a robar una pastilla de jabón. Hubo un tiempo en el que llegaba hasta el pueblo el eco del alegre escándalo de las mujeres haciendo la colada. Ahora las dos mujeres apenas hablan mientras frotan las sábanas contra la piedra. Despistadas con sus pensamientos se dejan envolver en el murmullo cantarín del agua alterado por el trino nupcial del algún pájaro. El letargo se rompe cuando una de ellas evoca los días ya lejanos cuando no menos de quince mujeres esperaban turno en el lavadero. La mayor parte de ellas jóvenes, solteras, imaginaban vida de casadas al oír el relato de las mayores, algunas con un pequeño colgado en bandolera. Las dos mujeres se sonríen con su aquel de nostalgia, mientras recuerdan cómo se sonrojaban cuando la mujer más deslenguada daba detalles de sus escenas de cama. Las mayores se burlaban del rubor y el apuro que causaba la narración en el ánimo timorato de las mocitas. Entonces éstas se esmeraban en restregar bien los cuellos y puños de las camisas del padre, de los hermanos. Restregar con determinación hasta quitar la roña y el sudor con que volvían de las labores del campo, hasta disimular la vergüenza que les sacaba los colores. Todo aquello se acabó, asienten las dos lavanderas. Ya nadie más que ellas baja a lavar, ni extiende las sábanas limpias sobre la hierba para que absorban el sol, la vida que proclama la mañana luminosa. Tampoco entienden la obsesión de bajar y subir cargadas con la ropa. Los hijos y los maridos menos todavía. Conocen de lenguas que critican, que hacen comentarios hirientes, malignos, y eso levanta ampollas en sus casas. Han puesto tanto empeño que finalmente las han dejado por imposible. Eso sí, a regañadientes.

Llegarse con la colada hasta el lavadero se ha convertido en una rareza. El lugar da síntomas de abandono. La maleza va ganando terreno y cuando llevan tiempo sin bajar, han de hacerlo pertrechadas con una azada para limpiar los alrededores de hierbas y de zarzas. Saben que la suya es una causa perdida. No pueden luchar contra el tiempo y ellas son las primeras en reconocer que la lavadora y demás utensilios modernos han supuesto una revolución para la mujer. Sus hijas nunca concebirán la vida como ellas. Aunque trabajan fuera, la familia nunca les supone la dedicación y la esclavitud que ha limitado sus vidas, la de sus madres, la de sus abuelas. Consideran a la mujer actual libre, equiparable al hombre y reconocen que así ha de ser. Pero para ellas el cambio llegó demasiado tarde. Tal vez por ello se empeñan en bajar al lavadero, para demostrarse así mismas que su lugar en la vida pertenece a aquellos tiempos. A aquellas mañanas que bajaban a hacer la colada al lavadero felices, porque aquellas horas suponían un paréntesis de esparcimiento, de libertad para una vida de dedicación, de sometimiento ya desde bien niñas. Tras tomarse un descanso al sol, ensimismadas en una paz coronada por el canto de las aves, comienzan a recoger las sábanas todavía húmedas, pues a estas alturas del año el sol no aprieta demasiado. Con mayor peso del que llegaron, observan la cuesta con pereza y desgana. A su espalda se acerca el sonido de un automóvil. Tal vez haya suerte. La hay, es un vecino que se ofrece subirlas. Entran al coche y suspiran aliviadas. Al menos esta mañana se ahorrarán el esfuerzo titánico de subir hasta el pueblo.

 

Como hemos comentado ya, es a partir de finales de los ochenta cuando las mujeres dejaron definitivamente de usar el lavadero. Desde entonces se inició una rápida e irremediable degradación del lugar, lo que provocó que la vegetación lo cubriera todo dejando en el  más absoluto de los olvidos durante 20 años. Hasta que en el año 2010 el gobierno del Cuatripartito (PSOE, IU más los partidos locales AIPJ y JADI) habilitaron de nuevo el lavadero, el pilón de las Mulas y su entorno, dejando la zona como un parque natural y de esparcimiento.

 

Un año más tarde el grupo de Montaña Amadablan comenzó a elaborar el proyecto “Red de Senderos de Paracuellos”, con la participación de Técnicos de Senderos de la Federación Española de Deportes y Escalada (FEDME), así como numerosos socios voluntarios pertenecientes al Grupo Amadablan de Montañismo. El objetivo de esta red es la recuperación del patrimonio de viarios tradicionales, así como senderos de uso habitual por razones de diversa índole, señalizando los mismos. La Red, se puso en marcha el año pasado y uno de las primeras rutas es la PR-M 44, circular y que tiene como lugar de paso el Lavadero.

 


El 24 de Marzo de 2019, la asociación vecinal PARVA, que entre sus objetivos aboga por la recuperación de la vegetación autóctona de Paracuellos, decidió hacer una plantación de árboles y un encuentro familiar en el lavadero y su entorno. Al evento acudieron multitud de vecinos preocupados por el medio ambiente y decididos a poner de su parte para que tengamos los espacios verdes que todos queremos. Y de paso, dar a conocer nuestro patrimonio histórico a los nuevos vecinos. Un patrimonio que sirve de recreo y esparcimiento para todos nosotros, y que tenemos la obligación de, ya que ha sido recuperado, cuidarlo y protegerlo para que siga teniendo este fin, no es de recibo verlo como en muchas ocasiones rodeado de basura. 

 


Añadimos a esto que el sábado pasado 6 de marzo de este 2021, fue el lugar elegido por la nueva asociación “Las Sin Sombrero de Paracuellos” para que en un día en el que se reivindica la igualdad entre mujeres y hombres, sirviera de escenario para hacer un homenaje a esas grandes mujeres que lo utilizaron. Sirva también esta entrada de homenaje a todas la vecinas de Paracuellos de Jarama.

 


Javier Nájera Martínez y Luis Yuste Ricote

Cronistas Oficiales de Paracuellos de Jarama (Madrid)

 

 

BIBLIOGRAFIA, webgrafía y fuentes orales:

- NÁJERA MARTÍNEZ, J.; YUSTE RICOTE, L. (2016): Historias de Paracuellos de Jarama. Ayuntamiento de Paracuellos de Jarama, Madrid.

 

- Red de Senderos de Paracuellos. URL: https://www.grupoamadablan.org/senderos-paracuellos [Consulta 09/03/2021].

 

- Testimonio de Doña Carmen Nájera García. Vecina de Paracuellos- Marzo 2021.

 

Comentarios

  1. Me encantan estos artículos. Gracias por escribirlos y compartirlos

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  2. Me encantan estos artículos. Gracias por escribirlos y compartirlos

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  3. En la foto de las 5 mujeres lavando en la foto en blanco y negro, de izquierda a derecha, están: Encarnación Civantos Melero, Rosario Melero Morales, Marina Saldaña Ramos, Dolores Civantos Melero y Pilar Saldaña Ramos

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    1. Muchas gracias por la identificación de estas vecinas. Acabamos de incluir sus nombres en la fotografía. Un saludo.

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