Navidades en el Paracuellos del siglo XX

Mucho han cambiado las celebraciones navideñas en Paracuellos, aunque la esencia permanece, se siguen juntando en familia para celebrar el nacimiento del niño Dios. Para los vecinos que no profesan la fe cristiana, los días festivos también son un buen pretexto para mantener los lazos familiares y de amistad alrededor de la gastronomía. La luces iluminan los espacios públicos, sobre todo las calles que el consistorio entiende como “principales”. 

 

Vecinos celebrando la navidad en la Taberna de la Tomasa, actualmente Bar Plaza en los años 60. De izquierda a derecha: Segundo Herreros, Juan Amaro, Pedrín (el de Cobeña), Juan Nájera


Pero no fue siempre así, la Navidad no llegaba anunciada por luces led ni por el hilo musical de los grandes almacenes. Llegaba con el frío. Un frío húmedo que subía del Jarama y se agarraba a las cuestas del pueblo. La Navidad olía a leña quemándose en las chimeneas bajas y a humo dulce del horno de la panadería de la calle santa Ana. Era el momento de sacar el Belén, buscar el musgo en el campo para colocar las figuritas de barro con una mezcla de devoción e imaginación, donde un trozo de cristal simulaba el río y el cartón daba forma a los hogares y castillo de Herodes.

Como el resto de los pueblos de Madrid, los vecinos de aquel entonces pasaron de una Navidad comunitaria y religiosa profundamente arraigada, a una Navidad tensa y politizada, que llevo a la práctica desaparición de la fiesta. La percepción laica de la II República hizo que tuviera más peso el año nuevo. Las navidades fueron eclipsadas por la guerra. Si nos remontamos a los años posteriores a la Guerra Civil, nos encontramos que los vecinos sobrevivían a base de cartillas de racionamiento. A los niños por su deficiente nutrición se les daba leche de los americanos y queso de bola. Durante buena parte de los años 40 se hacían maravillas con la casquería, las tripas, las patas, los mondongos, las criadillas, los morros, y todo colgajo o desperdicio del animal, que acababa en guisos con patatas, si las hubiese, cocinadas en grandes calderos para toda la familia. Y las celebraciones se regaban con vino y aguardiente. El lugar habitual para las celebraciones solían ser las cocinas que eran el espacio más grande de la casa, el más caliente, donde giraba la vida familiar. Había chimeneas donde se ponía a cocinar en grandes ollas. Los más pudientes, usaban cocinas de carbón o leña.

Si avanzamos en el tiempo nos encontramos con una España donde, tras desparecer las cartillas de racionamiento, los años 50 cambia el menú de las fiestas. Las cenas mejoran un poco a base de lombarda, pollo asado y boquerones que vendía la tía Máxima. Tripas fritas, sangre cocida, asaduras…aunque dependía mucho de la posibilidades económicas de cada familia. Se veían y se las deseaban para conseguir un trozo de turrón, que estaba al alcance de muy poca gente. Magdalenas y mantecados elaboradas por las vecinas hacen de postre. Al vino y aguardiente se le añaden el anís. El desarrollo económico que experimento España en los años 60 mejoró notablemente el menú navideño: Sopa de pescado, algún pollo y gallinas de corral, arroz con leche y flan de postre acompañados de algún turrón de fruta del blando y del duro. La rica sidra es utilizada para brindar.

Con la restauración democrática, vienen tiempos de cambio, con unas navidades más cercanas a las de este siglo XXI. Se incorporan a las mesas manjares como son las sopas de marisco, corderos o cabritos asados, langostinos que eran un lujo que solo se comían en bodas y navidad. Se incorporan los polvorones y el chocolate como postre. El cava catalán se adueña de las celebraciones y sobremesas. Pero hay algo que no ha cambiado durante el siglo XX, a parte de las celebraciones litúrgicas, es la celebración de la alegría y del reencuentro familiar a través del sonido de panderetas, zambombas y tambores al son de viejas y célebres canciones de navidad que todo el mundo canta. Si hay característico de la época navideña durante todo el siglo pasado fue el aguinaldo que era el centro de la fiesta para la chavalería. Grupos de mozos y niños recorrían el pueblo cantando con zambombas, panderetas y botellas de anís rascadas con cucharas. Iban de puerta en puerta a por el aguinaldo, que era poco el dinero que recaudaban, apenas unos pocos céntimos o pesetas. Algunas de las letras que hemos podido recuperar de villancicos oriundos que se solían cantar con la música de Ande la mari morena, eran:

“Quién es ese caballero, que en la silla está sentado.

Es el señorito “José Antonio” (nombre al que vaya dirigida la canción), con su esposa al lado está.

Señorito “José Antonio” no se enfade usted, que es una copita que va para usted.

Y si usted se enfada, le daré siete, tres en cada lado y una en el ojete”.

 

“A esta puerta hemos llegado, con deseo de cantar.

Si nos das el aguinaldo, empezamos a cantar”.

 

“Danos, danos, danos,

Que la noche es corta

Y hay mucho que andar…”

 

Uno de los lugares más duros para pasar las navidades de la última mitad del siglo pasado en Paracuellos era para los niños que vivían en el Hogar del Auxilio Social “Batalla del Jarama” situado en el Palacio de los duques de Medinaceli. Allí la mayoría de los niños eran huérfanos y pobres de solemnidad, aunque algunos conseguían salir unos días en navidades gracias a sus familiares. Solo unos pocos quedaban, viviendo una pesadilla de navidad, donde no existía ni el espíritu navideño, ni el cambio de año eran un paso especial, ni los Reyes Magos pasaban por el hogar como atestiguan los comics “Paracuellos”. Algunos de esos chicos acababan en casa de vecinos del pueblo que trabajaban en el Hogar. Uno de esos afortunados fue el afamado dibujante de cómic Carlos Giménez que nos contó su experiencia: el Sr. Evelio (Saldaña) que era el jardinero, por el que conocí a toda su familia. Hablo del Sr. Evelio, porque yo llegué a quererle tanto que me hubiera gustado que fuera mi abuelo. Yo no tenía nada ni a nadie y el Sr. Evelio era un jardinero del colegio, que me trataba como un niño, y me hablaba, y terminamos tomándonos cariño hasta el punto de que cuando llegaba Navidad o verano, el Sr. Evelio, pedía permiso como si fuera mi abuelo de verdad, y me sacaba del colegio, y me llevaba a su casa con su familia, con su hijos, con sus nietos, y yo he pasado momentos muy bonitos con ellos. De los años pasados en los colegios, los únicos momentos bonitos que he tenido en mi vida, que he tenido un momento de cariño, y he sabido lo que era una familia, y una vida normal, en la que haces cosas normales, no tienes que hacerlo a toque de corneta, ni te pegan, ni te regañan, ni tienes que formar, fue en casa del Sr. Evelio. Incluso cuando cambié de colegio, iba él o mandaba a uno de sus hijos con el burro, a donde estuviera interno, y pedía permiso para sacar a ese niño, y seguía teniendo una familia de mentira, pero mucho más auténtica que la de verdad.

Cómic de Paracuellos dibujado por Carlos Giménez sobre el Hogar de Paracuellos.

Tras las cenas de nochebuena, a las doce menos cuarto, el pueblo entero parecía vaciarse en la Iglesia de San Vicente Mártir. Iba la gente “forrada” con bufandas, abrigos gruesos y, las mujeres, con el pañuelo bien calado. Dentro de la iglesia hacía casi más frío que fuera, y se podía ver el vaho saliendo de la boca del cura y de los fieles que cantaban con más voluntad que afinación. Y tras la cena de noche vieja había que acudir a celebrar el año nuevo en las salas de baile. Estas llevaban dando servicio desde que en 1901 el vecino Juan del Río abre la primera en la calle Real nº32. En 1905 se abrieron dos más, una de Eduardo Teruel en la parte trasera de una casa que se encontraba en la calle Real nº44 y el otra de Mariano Moratilla en la calle Real de Burgos nº1. Durante la II República el baile se hacía en el de la calle Santa Ana nº1, que daba a la plaza. A finales de los años cuarenta se trasladó la costumbre de baile en año nuevo a un local de la calle Real  perteneciente a Vicente Ramos el tío chuleta. Local que cerró a mediados de los setenta, al tiempo que se abría otro de similares características, que, además, tenía un frontón con grada cubierta: el local de los García, que estaba en el interior del bar situado en la calle Real, con el mismo nombre actualmente.

Pero si hay algo donde se ha notado una transformación, progreso y aumento del presupuesto municipal ha sido en la cabalgatas de SSMM los Reyes Magos de Oriente. Hicieron su primera aparición en 1988, un carro de siembra, decorado en su perímetro con los colores patrios, gracias a la organización de feligreses de la parroquia con trajes elaborados por Remedios Villalobos. SSMM iban sentados en la parte delantera sobre unas sillas de camping con los juguetes de los niños en la parte trasera, utilizando un estilo parecido al del trineo de Papa Noel. Remolcado por un tractor descapotable marca Barreiros de Vicente Ramos. Finalizada la vuelta de honor por el pueblo, tirando caramelos comprados por el Ayuntamiento durante el recorrido, daban los regalos a los más pequeños en la plaza, sin bajarse del remolque. Algunos años más tarde y debido al éxito de público, el Ayuntamiento empezó a implicarse más en su organización, aumentando el número de carrozas con niños y subió a los tres Reyes a una calesa tirada por caballos. Ya en este siglo que vivimos, el recorrido de la fastuosa Carroza Real tirada por un vehículo a motor a partir de 2004.

Las primera vez que SSMM los reyes aparecieron en una cabalgata real en 1988. Hicieron de Pajes: Para  Melchor: César Aresté, para Gaspar: Javier Nájera y para Baltasar: Carlos Riesgo.


 

De lo que sí nos ha quedado como un gran recuerdo navideño fue el cambio de milenio, cuando el incombustible Concejal de Educación D. Rufo Sotoca cogió el micrófono y dijo: ¡¡¡Paracuellos es el mejor pueblo del espacio sideraaaal!!!  En ese momento comenzó media hora de espectáculo piromusical en el Picón del Cura, que, al finalizar, daba comienzo baile con orquesta y cotillón en la Plaza de la Constitución hasta muy entrada la madrugada. La gente incluso pudo desayunar en la misma plaza un estupendo y calentito chocolate con churros por cortesía de la desaparecida Churrería Paracuellos sita en la calle Chorrillo. Chocolate que ayudo a mitigar el frío que sube desde el Jarama.

            Queremos agradecer la colaboración de Francisco García Ramos, Santiago Nájera García, Carmen Piña, José Ignacio Moreno, Mercedes Herreros y Celia de Blas por los datos aportados para la elaboración de este artículo.

            ¡Feliz Navidad y Próspero 2026!

 

Javier Nájera Martínez y Luis Yuste Ricote

Cronistas Oficiales de Paracuellos de Jarama.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas Populares