Hermandad del Cristo de la Salud y San Nicolás de Bari

Se acerca el 6 de diciembre, y en alguna ocasión hemos hablado de San Nicolás. También hemos hablado de tiempos anteriores a La Hermandad del Cristo de la Salud y San Nicolás de Bari, que se fundó en el año 1751. Pero esta vez nos centraremos en ella, pues es considerada como una de las más antiguas de la comarca,  se ha mantenido ininterrumpidamente a lo largo del tiempo y sigue gozando de buena salud, aunque posteriormente haremos una aclaración al respecto de la creencia popular de su perdurabilidad en el tiempo. 
 Fue considerada, durante la mayor parte de su historia, como una asociación gremial de agricultores, aunque el acta fundacional no menciona esta condición para ser miembro y además ha tenido en sus filas a vecinos que no lo eran. En cualquier caso, parece evidente que fuera una cofradía de agricultores teniendo en cuenta que el 90 % de la población se dedicaba a ello. Existen, registrados y constatados, documentos de 1751 que versan sobre la fundación de la hermandad del Cristo de la Salud, ex­clusiva de los hombres, así como la de la Virgen de la Ribera, sólo para mujeres. El 13 de marzo de 1791 se redactaron las ordenanzas por el secretario de la cofradía D. Vicente Lorenzo para adaptarlas a lo que pedía el arzobispado. El 1 de noviembre de ese mismo año se aprobaron y refrendaron las ordenanzas de la congregación y la hermandad del Cristo de Paracuellos en la ciudad de Toledo por el entonces cardenal arzobispo de Toledo, el eminentísimo Señor D. Antonio Lorenzana. La muy devota y humilde congregación del Santísimo Cristo de la Salud y San Nicolás de Bari. Siendo en aquel momento hermano protector D. Joseph Herranz y Mén­dez y párroco de la Iglesia de San Vicente Mártir y Perfecto Eclesiástico, D. Manuel Damián de Losa. Figuraban además como hermano mayor D. Manuel García Marín, como secretario y contador D. Vicente Lorenzo, tesorero D. Thomás Herreros, mayordomo de cera D. Juan Domínguez, enfermero D. Josef Pau, celador D. Josef Francés y por último, muñidor D. Ca­yetano de Cuesta. La cofradía se formó en torno a veintisiete devotos vecinos que tuvieron que hacer un juramento de ingreso, aunque para algunos fuese la segunda vez, ya que lo había hecho 40 años atrás: Defender el Misterio de la Inmaculada Concepción; reduciéndose lo demás á Promesas de Cumplir, y Guardar, todo quanto previenen dicha Cofradia, que en sus principios se exigió con Autoridad, y Aprobación Ordinaria. En cuia Virtud, los susodichos ofrecieron, que desde luego se Conformaban, y Conformaron en entrar libremente. Establecerse, y nuevamente incorporarse en la Expresada Cofradia del SSmo. Christo de la Salud y San Nicolás de Bari esta­blecida, y fundada por los años de mil setecientos y Cinquenta y uno
Se comprometían a guardar todas y cada una de las ordenanzas al tiempo que se establecía un sistema de multas en caso de incumplimiento. El tesorero de la cofradía certificó también la entrega de mil ochenta reales de vellón que todos los hermanos habían puesto a razón de cuarenta cada uno para el ingreso y que se guardaban celosamente en el arca de tres llaves que se encontraba en la iglesia de santa Ana en el archivo y arca de San Nicolás, y que sólo podía abrirse al juntarse los poseedores de las llaves, denominados los claveros. La finalidad más importante de esta cofradía, y de la mayoría de ellas, fue el socorro a los hermanos y sus familiares. Podemos decir que actuaban como una mutua o aseguradora que permitían a quien estuviese en ella tener la seguridad de que en caso de enfermedad o defunción del cofrade o de algún familiar en primer grado, se beneficiaría de las ayudas del resto, no sólo monetarias sino también espirituales. Para ello diseñaron un sistema de ayudas mutuas donde cada hermano tenía que pagar una cuota mensual llamada Mesada, de dos reales de vellón. Aunque el sistema se hacía más complejo en caso de enferme­dad de algunos de ellos que le impidiera cuidar sus cosechas, o de fallecimiento, y que según cuentan las ordenanzas, debía de pasar medio año para poder ser beneficiario de estas ayudas: Se socorra a los Hermanos Enfermos con la limosna de quatro reales de vellón diarios, esto se en­tienda, que por lo menos, se le socorra con la limosna de Cinco reales de vellón diarios, en la forma prevenida en dicha ordenanza; que quando muera un Hermano, todos los demás Contribuyan con la limosna de dos reales de vellón para Misas de á dos reales cada una. Esto se entienda, que toda esta limosna junta, y hecha un Cuerpo, se distribuirá en Misas de á quatro reales de vellón cada una, para su mas cunta y pronta Celebración. Asímismo se manda, que el Socorro, que se á de dar a los Hermanos Enfermos, no deverá, ní debe principiarse, hasta que pase el medio año al Es­tablecimieto. También decretaron todas las normas de protocolo que había que seguir en caso de fallecimiento: Que faltando alguno de ellos (hermanos) personalmente al Entierro de algún hermano o hermana o personas que tengan dicha asistencia Difuntos, deve pagar de multa la li­mosna de ocho reales de vellón en recompensa de la de quatro reales que previenen las ordenanzas; Asímismo acordaron que muriendo alguna mujer de algún hermano actual, se le contribuya con abito y Misas en la misma forma que aqualquier hermano Difunto y esto mismo se deve entender con la Madre, hermana o ama de algún hermano Soltero Viudo o Sacerdote: bien Entendido por la asistencia de los hermanos a los entierros se deve entender desde la Casa de el Difunto hasta que se Concluya el Entierro; Asímismo acordaron que si en lo sucesivo entre algún otro hermano no sea socorrido hasta que sea cumplido en medio año de su Entrada. Y algunas de las cargas de trabajo de los diferentes hermanos: últimamente acordaron que los dos sermones del SSmo. Christo de la Salud y San Nicolás de Bari se encarguen por el protector Perfecto Eclesiastico a su Theniente y el hermano Mayor; y que la Cera que se ha de traer ha de ser tantos Cirios de a libra como hermanos aya, y además dos achas de quatro Libras para alumbrar a el Cuerpo Difunto de hermano o her­mana hasta la hora de su entierro.
Sólo podían entrar nuevos miembros en caso de fallecimiento de alguno de los hermanos. El tope máximo de cofrades se fijó en veintisiete, aunque esto no está del todo claro, ya que en un acta de 1817 eran treinta los hermanos y durante casi todo el siglo XX fueron treinta y tres, que era la edad de Cristo cuando murió en la cruz, y a partir de 1994 fueron más de 40 herma­nos, algunos incluso con residencia en otros municipios. Los candidatos que solicitaban entrar quedaban nombrados como supernumerarios y tenían que mantener una actitud cristiana in­tachable mientras esperaban su momento. Por ejemplo en 1802 cuando por fallecimiento del hermano D. Manuel García Espinar se eligió al supernumerario que debía de ocupar su plaza: Que en su lugar (del fallecido) se nombrase a el que se tubiese por mas conbeniente y enterados dichos oficiales dijeron de Comun acuerdo que nombraban y nombraron acmitian y acmitieron a Pedro Antonio de Mesa Vecino de esta Villa supernumerario que lo había sido de la misma Cofra­dia y desde aora se tenga por hermano en propieda, qui estando presente Aceto el hempleo de tal hermano y se obligo en su virtud a guardar y cumplir todas y cada una de las ordenanzas. En la actualida entrego quarenta reales de vellón. En el mismo día se nombró a D. Gregorio Villalba, previa presentación de un memorial, como nuevo supernumerario. 
No tardaron en llevar a la práctica el socorro a los hermanos enfermos, apenas ocho días después del refrendo de la cofradía: Se sacasen Doscientos Reales de Vellón para la asistencia de los Hermanos Enfermos. En enero de 1793 para pagar las costas médicas: Nuestro Hermano Angel Velasco con la Cantidad de treinta y cinco reales de vellón de siete días de socorro. Como costa de Certificación del Medico. O el 22 de diciembre de 1792 para un entierro: Murió la Mujer de nuestro Hermano Diego Aguado, se le dio abito, Misas, Cena y asistencia de Hermanos a el entie­rro. El libro de actas está lleno de pequeñas aportaciones para atención a enfermos y entierros. 
Tenían además en propiedad dos tierras cuyo arrendamiento se usaba para el cebo de su Lampara. La una en la huerta del el Christo y la otra en las Fronteras. Se labren y administren por la Cofradia para que el Mayordomo de Cera cuide eficacmente del cebo de dicha Lampara. Tierras que fueron confiscadas por los agentes de amortización en 1841.


Respecto a las celebraciones litúrgicas de la cofradía, que por cierto, era nombrada indistintamente como Hermandad y como Cofradía a lo largo de estos años, aunque finalmente se impondría hermandad, encontramos un recorte del 11 de junio de 1771 del Diario de Madrid en el que se dice: En la Villa de Paracuellos, tres leguas de esta corte, con motivo de haberse establecido una hermandad de socorro, con todas las licencias necesarias, intitulada del Santísimo Christo de la Salud y San Nicolás de Bari, se celebra función solemne en la iglesia del Excelentísimo Señor Duque de Medinaceli, propia suya, titulada de Santa Ana, el día primero del aproxima Pas­cua de Pentecostés, ó Venidad del espíritu Santo, y también el tercero, con misa, sermón, y Descubierto. Asisten á la misa, y procesión ambos días por mañana y tarde, un complejo de voces e instrumentos de Músicos profesores de esta Corte. El segundo día de dicha Pascua, se celebra la fiesta anual á nuestra Se­ñora de la Ribera, que se venera en el Convento de Religiosos Observantes de San Gil, en los términos acostumbrados. Tam­bién tenemos más datos sobre sus celebraciones, como la del 8 de noviembre de 1792 que se reunieron para organizar los tres días de funciones que costeaba el duque de Medinaceli: Para poner la lámpara del Ssmo. Cristo se compre una Cantela de Yerro, y que para los tres días de las funciones se da Comisión del Hermano Mayor para que busque ynstrumento y le ajuste de modo que como a su costa durante dichos tres días de funciones de la colocación del Smo. Sacramento y del Smo. Cristo de la Salud y Sn. Nicolás de Vari que costea el Exmo. Sr. Duque de Medinaceli. Y como vemos no faltaba la música, ya que el 18 de noviembre de 1792 la Hermandad se reunió en la iglesia de Santa Ana para pagar el contrato, a un Gaitero y Tamborilero por haber tocado los días 27, 28 y 29 en la función de la colocación del Santísimo Sacramento en la iglesia pa­rroquial de san Vicente mártir por un importe de 150 reales de vellón. En 1814 encontramos un acta donde se dice, además de dejar claro la ausencia de muchos hermanos por enfermedad o por causa de la Guerra de Independencia que, como en años precedentes, los músicos que habían de tocar en las celebraciones de los días 29 y 31 de mayo tenían que ser quince. Y aquel hermano que se quede sin músico tendrá que dar treinta reales de vellón, (a) los que han de ir a por ellos. Por cierto, ir a por los músicos se convirtió en una de las obligaciones para los con­gregantes. Todos los años disponían de dos hermanos para traerlos, y otros dos para llevarlos. En 1903, por ejemplo, fueron en dos carros a por diecinueve músicos Timoteo San Martín y Alejandro Lorenzo, y la vuelta corrió a cargo de Telesforo Bernardo y Mariano Moratilla. 

Es en estos años cuando se empiezan a organizar las fiestas patronales que hoy día conocemos. No sabemos la manera en que ocurrió pero podemos intuir que el proceso de desamortización dejo muchas de las cofradías que había en Paracuellos fuera de juego y con ello se dejaron de celebrar sus funciones, que también eran consideradas como días de fiesta para el pue­blo. El empuje, crecimiento y poder de la hermandad, sin duda fue decisivo para que se impusieran sus celebraciones. Se instauran, por tanto, las fiestas patronales en honor al Santísimo Cristo de la Salud, y la dedicada a Nuestra Seño­ra de la Rivera, que se veneraba en el convento de san Luis Obispo, de la orden de los descalzos de Nuestro Padre San Francisco, extramuros de la Villa de Paracuellos, y la de san Nicolás de Bari, que serán el primer día de pascua del Espí­ritu Santo. Aunque también se celebraban otras fiestas a lo largo del año, que sepamos: la de san Vicente el 22 de enero, patrón de la iglesia; la de santa Águeda el 5 de febrero para que les librara de las tormentas de granizo; el 24 de abril san Gregorio, para que les protegiera contra el escarabajuelo de las viñas; la de los santos Justo y Pastor,el 6 de agosto para prevenir la plaga de langosta y el 20 de enero, san Sebastián, para cuidar a los vecinos de la peste negra. 
Y la aclaración que queremos hacer y a la que hacíamos referencia al principio del texto, es sobre el funcionamiento ininterrumpido en estos 268 años de existencia. Siempre hemos pensado los vecinos, que la hermandad sobrevivió a las diversas desamortizaciones de bienes eclesiásticos, que acabaron prácticamente con todas las cofradías que había en España. Siempre se pensó que había sido de las pocas supervivientes, la única de Paracuellos, ya que incluso edificios tan poderosos como la iglesia de santa Ana y el convento de los Franciscanos sucumbieron a tales desamortizaciones. Sin embargo, hemos descubierto entre los papeles que manejamos en el archivo, el documento con el acta de disolución de la hermandad, fechado el 23 de diciembre de 1841. Ese año la hermandad celebró, como de costumbre, las fiestas en los términos habituales. El 12 de abril se reunieron para preparar las funciones, aunque parece ser que algunos de los hermanos habían dejado de pagar las cuotas y se les amenazaba con la expulsión si en un plazo de ocho días no hacían afectivo el pago. Desde hacía varios años el ambiente y la desolación por la enajenación de bienes dentro de las instituciones religiosas era evidente y parece claro que empezaba a haber algunas deserciones. La puntilla se la dio la orden estatal de septiembre donde se pedía la disolución de todas las cofradías de España. A pesar de todo, siguieron algunos meses más, negando la evidencia y a contra corriente, hasta que el día 22 de diciembre el alcalde hubo de pedir al hermano mayor que cumplieran con la ley: En el día de ayer se le había notificado por el Sr. Alcalde Constitucional y Secretario de su Ayuntamiento, una Real Orden de S. A. el Regente del Reino, relativa a que se disolviesen todas las Cofradias, y Congregaciones que se allasen fundadas en la Parroquia de esta Villa, su fecha dieciocho de Nobiembre anterior, y enterados acordaron que desde este día queda disuelta esta Congregación. Acto seguido, el secretario de la hermandad entregó el libro al señor alcalde para su archivo, como así lo establecía la orden. Lo que pasó después queda relegado al territorio de la especulación más absoluta, sin embargo nos atrevemos a contar lo que pudo pasar porque lo que ocurrió en Paracuellos con la hermandad no fue una excepción. A lo largo del todo el territorio se sucedieron hechos parecidos. Lo más probable es que algunos hermanos a título personal, llevados por su devoción, siguieran pagando de su bolsillo estas celebraciones. In­cluso hubo cofradías que se mantuvieron en la sombra hasta que la situación se revocó quince años después. Para entonces, muchas habían dejado para siempre de existir, y sólo unas pocas, como la que nos ocupa, volvieron a retomar su actividad. Aunque ya nada fue como antes, la hermandad del Cristo de la Salud y san Nicolás de Bari ha conseguido llegar hasta nuestros días, no sin ciertos vaivenes, gracias a la devoción de los paracuellenses y el deseo de muchos de pertenecer a ella, bien por convicción o bien por el estatus social que supone.
 Probablemente el peor momento de la Hermandad después de su disolución de 1841, llegó un mes antes de estallar la Guerra Civil. El 18 de mayo de 1936 se reunieron 12 hermanos (Nemesio Aresté, Timoteo San Martín, Feliciano Gualix, Pedro García, Jesús Domínguez, Jorge Marcos, Ino­cencio Lorenzo, Mariano Herreros, Fermín Calleja, Plácido Velasco y Leoncio Yebes), en un ambiente de temor, acordaron: Por mayoría que dadas las circunstancias que atravesamos y las desgracias que venimos viendo que ocurren en otros sitios por contra de las funciones religiosas(acordamos) suspender dichas fiestas hasta que se pueda celebrar y las circunstancias lo permitan. Y la guerra no lo permitió hasta el 27 de abril de 1940 cuando se reunieron 8 hermanos y deci­dieron celebrar solamente las misas: y no poder hacer más porque somos muy pocos y no tenemos fondos (…) siendo forzoso a todo congregante confesar y comulgar en día de Pascua, y el que no lo haga será expulsado de esta congregación. Unos meses más tarde, el 24 de noviembre, se reunie­ron 9 hermanos en casa de Mariano Herreros para volver sufragar los gastos de las fiestas de 1941 a razón de 2 pesetas por congregante. Muy lejos de las 15 pesetas que había a cordado poner cada uno dos meses antes del comienzo del conflicto bélico. Lo que nos da una muestra de la precariedad y la falta de recursos existentes después de la guerra. Desde 1994 los estatutos de la cofradía fueron modificados por el obispo de Alcalá de Henares D. Monseñor Ureña Pastor que quiso adaptarla a la nueva realidad, cambiando sus objetivos iniciales de ayuda y protección a los hermanos. Desde entonces está considerada como Asociación Promotora de la Fe Cristina, aunque mantiene vivas todas sus tradiciones.

Hay varias curiosidades que encontramos de los libros de la hermandad, por ejemplo, que todas sus actas empiezan con la frase: “Ave María Purísima”. Uno de los vecinos que más tiem­po ha permanecido en ella fue D. Timoteo San Martín Luna que ingresó el 17 de abril de 1892. Ejerció de tesorero desde 1906 hasta 1936 y falleció el 25 de agosto de 1940 tras 46 años. Las cuotas de los hermanos han variado mucho, yendo desde los 24 reales de vellón de 1751, 40 reales en 1881, 5 pesetas en 1890, 10 pesetas en 1904, 15 pesetas en 1936, 3 pesetas en 1980, hasta los 100 € de la actualidad. Además de la colaboración monetaria constante en muchos de los gastos de la iglesia, también ha donado parte de sus recursos a ayudas humanitarias y culturales, como los 3.000 € en 2002, los 1.500 € para lo ONG Pan y Vida, o los 1.500 € para el montaje de la obra de teatro La Pasión y Muerte en 2006. En 1993 se cedió al Ayuntamiento los gastos de los fuegos artificiales. La última de las cuestiones que se han planteado en las jun­tas de la hermandad, es una que ha levantado gran polémica, y no es otra que el ingreso de las mujeres. En 2008 se votó esta cuestión y el resultado fue de 9 votos a favor, 11 en contra, y 4 abstenciones. En 2009 se volvió a discutir sobre la misma cuestión y la discusión acalorada que provocó, acabó por disolver la reunión, siendo un tema pendiente de resolver.

Javier Nájera Martínez y Luis Yuste Ricote.
Cronistas Oficiales de Paracuellos de Jarama.

Bibliografía:

- NÁJERA MARTINEZ, J.; YUSTE RICOTE, L. (2006): "Historias de Paracuellos de Jarama". Ayuntamiento de Paracuellos de Jarama. Madrid.

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