La cuarta C
Con mucha cautela, volvemos a una relativa normalidad tras la pandemia producida por el virus COVID 19. Un virus que lleva con nosotros poco tiempo y del que desconocemos muchas cosas. Una enfermedad que nos ha tenido encerrados durante tres meses, pues no existe ni vacuna ni tratamiento. Sirva esta entrada como la crónica municipal del primer encuentro con el virus.
Queremos empezar con un recuerdo a las personas que han perdido la vida en esta primera oleada vírica, así como las que por culpa de la infección y por miedo a acudir al hospital, como daño colateral, otras enfermedades se ha llevado multitud de vidas. Queremos mostrar nuestro más sincero pésame a sus familiares y amigos, que en unas condiciones brutales y muy dolorosas, no se han podido despedir de sus seres queridos.
Estamos seguros que los trabajadores de la sanidad han hecho un esfuerzo para que se fueran lo más humanamente posible. Por eso les damos las gracias, por cuidarnos como siempre lo han hecho, en un momento de estrés y colapso sanitario. Las gracias son extensibles a todos los que han trabajado para que este país siguiera funcionando en “ralentí”, desde los trabajadores de la sanidad, a los transportistas, conductores de autobús, trabajadores de comercio y limpieza, agricultores, ganaderos, trabajadores de farmacia y empresas farmacéuticas, científicos, periodistas, funerarias, hasta las fuerzas de seguridad a todos los niveles… seguro que alguno nos olvidamos y pedimos perdón de antemano. También tenemos que dar las gracias a los vecinos que han recogido material para los hospitales, han fabricado EPIS, como Batacuellos; a los voluntarios de protección civil, a los sanitarios de la ambulancia municipal, o a los servicios sociales. Tenemos la fortuna de contar con vecinos tremendamente solidarios como los voluntarios de Cáritas o el Aula de la Ilusión que elaboraron mascaras de protección, además de los Veteranos de Paracuellos FC, o la Hermandad del Cristo de la Salud que donaron mascarillas para todos nosotros. Otros, simplemente llevaban la compra a sus vecinos de su comunidad más mayores, a la par, que más expuestos. A todos ellos: ¡Millones de Gracias!
Los distintos estamentos (mundiales, europeos, nacionales, comunidades autónomas y entidades locales), no han podido hacer otra cosa que lidiar con una situación, que si bien se ha producido en otras ocasiones durante nuestra historia, es completamente nueva en este siglo XXI. Ha habido errores, no lo dudamos, pero en la respuesta cultural encontraremos distintas formas de solucionarlos.
En Paracuellos como en el resto del país, comenzaron cerrando los colegios y zonas de esparcimiento infantil poco antes de decretarse el estado de alarma. Al principio se tomo como unas pequeñas vacaciones, y poco después el decreto nos llevó a la realidad, que creímos para 15 días y han sido 100.
El teletrabajo se impuso en la medida de lo posible. Los padres y profesores (a ambos tenemos que agradecer el esfuerzo por salvar una educación en tiempos de pandemia), tuvieron que aprender a moverse en una situación que, hasta ahora, afortunadamente no habíamos tenido que sufrir. Con la colaboración de ambos se ha podido salvar el final del curso.
Las 20:00 horas empezó a ser el momento de reconocer el titánico esfuerzo de los trabajadores de Sanidad, así como los de todos los que antes mencionamos y agradecimos, para ello salimos a los balcones para reconocer su trabajo en forma de aplauso. La policía local se unía al momento haciendo sonar las sirenas, que no se sabe si lloraban o nos recordaban el momento de emergencia que vivíamos, unido a las pitadas de los conductores de autobús, que más que pitadas parecían gritos desgarrados por el dolor, pues recordemos que, desgraciadamente, han perdido en España la vida más personas que las que vivimos en Paracuellos de Jarama. La canción “Resistiré” se convirtió nuestro sentir del momento que nos acompañaba. A esta le acompañaban multitud de canciones, incluso el himno nacional, aunque no sonara con el respeto que se merece. Había veces que parecía que estábamos en fiestas por la multitud de canciones que sonaban al mismo tiempo.
En las ventanas aparecieron dibujos, los balcones devolvían la esperanza a los niños que hacían los dibujos en forma de tela con el lema #todovaasalirbien. La soledad reinaba en las calles, un silencio que nos ha llevado al pasado más remoto de Paracuellos, sin tránsito, sin apenas movimientos de aviones, sin chavalería en los parques. Este, junto con la observación de la naturaleza urbana desde los balcones, nos hace recordar que el ser humano es un mamífero superior, primate, gregario, bípedo… contaminante acústico, lumínico, medioambiental.
La alerta sanitaria, en un mundo de capitalismo global nos ha traído una ruina económica de la que nos va a ser muy difícil salir. Para ello, los servicios sociales, pusieron toda la maquinaría al servicio de los ciudadanos, garantizando que nuestros mayores pudieran quedarse en casa gracias a la voluntad de Protección Civil, y haciendo campañas de recogida de alimentos para los vecinos que ahora se encuentran en un entuerto de difícil solución.
Mientras tanto, los trabajadores municipales del servicio de Deportes, nos preparaban ejercicios para que pudiéramos mantenernos en forma. Las “cuentistas” Margarita del Mazo e Inma Muñoz, contaban sus cuentos en Instagram, la tienda de juegos proponían partidas, la asociación de músicos nos regalaban canciones, los restaurantes prepararon comida al personal de difícil situación económica, y a los que estaban de “guardia”. No se puso en marcha las fiestas patronales, y se plantea la posibilidad de realizarlo en septiembre, así como la feria del libro, lo cual por la falta de datos sobre el virus, puede traer un otoño pandémico y posiblemente no se pueda realizar. Como no se ha realizado ningún tipo de acto religioso en estos 100 días, tanto por la Semana Santa, como por el Ramadan, o las de Pentecostés, este año no se ha podido celebrar como hasta ahora, así como el Corpus Christi que fueron los balcones los testigos de los altares patrimonio inmaterial de nuestro municipio.
Poco a poco la emergencia sanitaria fue bajando la intensidad, y nos enfundamos en una falsa seguridad de guantes y mascarillas, que ha traído un nuevo problema, el abandono de estas en cualquier lugar. Existen personas que curiosamente cuando había escasez de mascarillas, exigían las suyas, y ahora que parece ser una medida de contención virica no quieren ponérselas, cosas de la razón humana. También está la petición de realización de test, a los que la comunidad científica le dio prioridad para controlar la pandemia, pero ahora parece que no es importante, e incluso populista. Creemos que es hora de escuchar a las ciencias, tanto experimentales como humanísticas, para poder campear esta situación.
Muy despacio empezamos a poder salir, en un principio para poder desentumecernos de un pesado confinamiento, separándonos por edad para poder evitar el contacto social. En las primeras fases, se podía ver una vez entrada la noche, como linternas de los móviles aparecían por los barrancos como la Santa Compaña, eran algunos jóvenes que se les había ido la noción del tiempo, volvían corriendo a casa antes de las 11 no sea que la bicicleta se convirtiera en calabaza. Parece que a determinadas personas les pareció demasiado largo ese confinamiento, protestando bajo una bandera a medio asta, para que el Estado nos devolviera algunos derechos fundamentales que le habíamos prestado durante el decreto de alarma. En algunos sectores de la sociedad ha primado el dinero a la salud, y como ha demostrado el principio de la pandemia, el dinero en estos casos solo sirve para comprar papel higiénico.
Al principio de la pandemia se “higienizaron” multitud de elementos cotidianos, portales, cubos de basura, columpios, muchos de ellos sin necesidad pues van a estar cerrados tiempo considerable, con un coste medioambiental, pues además de llevarse los posibles virus por delante, también se llevaron microorganismos que son necesarios para nuestro día a día, aparte los productos utilizados para ello. Ha sido bajar la guardia y empezar a “florecer” la basuraleza, no nos vendría mal un baldeado de las calles. No hace falta que los vecinos limpiemos las calles, simplemente no hay que ensuciarlas.
Todavía es temprano para saber si habrá una segunda oleada vírica, e incluso para pensar que la vida es igual que la que teníamos anteriormente, bajo esta premisa de incertidumbre se ha planteado la posibilidad de realizar una escultura que recuerde las víctimas de la pandemia. Esto es raro, pues no ha dado tiempo de pensar como la enfermedad está afectando a cada uno de nosotros, y mucho menos al conjunto como sociedad. Creemos más importante el gasto que se pudiera hacer en paliar, tanto sanitaria como económicamente, este primer envite. Más en un momento que incluso la estatua del pobre Cervantes, ha sido derribada en otros lares. Es momento de hacer acopio de mascarillas, guantes, respiradores, más que de estatuas. Intentamos que se hiciera una comisión con cabida de todos los partidos políticos para hablarlo sosegadamente, pero parece que tampoco es el momento.
Permita el lector el atrevimiento de comparar la pandemia con el juego de la Oca, en el que poco a poco, vamos aprendiendo a transitar por las casillas, cumpliendo pequeños objetivos, donde nuestra propia responsabilidad nos lleva a las casillas mas esperadas, y poder avanzar de Oca a Oca, o de fase en fase. Si tiramos bien los dados, evitando el contacto social, avanzaremos, o por el contrario nos puede llevar del Laberinto a la casilla 30, o lo que es peor que después de todo lo avanzado consigamos que alguien caiga en la casilla 58.
Afortunadamente Paracuellos ha sido uno de los municipios con un menor número de infectados, es curioso, pues en la famosa Gripe Española pasó algo parecido. En esta ocasión probablemente haya contribuido la forma de urbanismo municipal, evitando así una concentración de vecinos por metro cuadrado menor que en otras poblaciones. Han sido 72 los vecinos a los que se les ha detectado la enfermedad por la técnica de PCR.
Este raro 2020, comenzó con parte del planeta ardiendo, contribuyendo a un cambio climático que sopesa sobre nuestra supervivencia como especie. Como consecuencia de este cambio climático, aparecen numerosas zoonosis producidas por virus emergentes. La comunidad científica nos avisa de esta realizad desde hace más de dos décadas, pero hasta ahora, no ha sido de una magnitud global. Siempre hemos pensado, por nuestro ego y endiosamiento, que esto no iba a ocurrir. Un virus, un ser a caballo entre organismo vivo y no, ha hecho que recordemos que somos un hecho biológico. Con los tremendos recortes a los sistemas de salud, así como a la comunidad educativa y científica, vemos muy mermadas nuestras posibles salidas al problema. Sin educación no hay ciencia, sin ciencia no hay sanidad, sin sanidad…
Nos quedamos con la reflexiones del Dr. Eduard Carbonel: “Con el nacimiento de una nueva conciencia quiero trasladar a la sociedad la necesidad de analizar y de cambiar el camino que hemos emprendido, ya que lo que hemos escogido nos lleva a la autodestrucción”. Durante estos 20 años del siglo XXI, hemos visto como unos cuantos virus emergentes nos han avisado del camino que llevamos, consecuencia del cambio climático aparecen Zika, Sars, Gripe Aviar, Ébola, Mers, y ahora Coronavirus Covid 19. En el mundo actual, Corazón, Circulación y Cáncer han sido las tres primeras C, pero empieza a surgir una cuarta, que no es Coronavirus, es Cambio Climático.
Con esta entrada no queremos formar opinión, sólo queremos concienciar de la necesidad de una reflexión profunda sobre quienes somos, de dónde venimos y sobre todo a donde vamos en estos temas tan importantes para nuestras supervivencia como especie. Se impone el consenso y políticas a medio y largo plazo encaminadas a mejorar nuestro entorno. Es muy importante que nuestros políticos municipales busquen el encuentro para desarrollar políticas de sostenibilidad.
Para terminar, un último consejo: Cuidar de la salud de nuestros mayores (los más vulnerables a la pandemia) es tarea obligada de todos nosotros. Ellos han sido y son nuestro sustento emocional y económico. Ellos han pasado épocas de hambruna, enfermedades, guerra civil, dictaduras e incluso han luchado por nuestras libertades actuales. A ellos les debemos lo que somos y por eso nuestro mayor homenaje no es el aplauso, es salir a la calle con la mascarilla puestas correctamente y no en la mano, y es en definitiva, hacer caso a las mediadas de distanciamiento social que las autoridades sanitarias dictan.
Nos despedimos hasta después de verano. Un verano atípico de un año raro, raro, raro… que nos ha tocado vivir.
Luis Yuste Ricote y Javier Nájera Martínez.
Cronistas Oficiales de Paracuellos de Jarama.
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